Imagínate adentrarte en una de las selvas más antiguas del planeta. Puentes colgantes, ríos lentos y un silencio tan profundo que parece hablarte.
Días 1 y 2
Días 3, 4 y 5
Días 6 y 7
Días 8, 9, 10, 11 y 12
Días 13 y 14
Días 15 y 16
Día 17 y 18
Días 1 y 2
Llegada y aclimatación
La aventura está a punto de comenzar.
Aunque ya nos habremos visto en videollamadas y compartido nervios e ilusión en el grupo de WhatsApp, este será el momento de vernos cara a cara. En el aeropuerto de Madrid nos daremos esos primeros abrazos que marcan el inicio de un viaje que no olvidaremos nunca.
Pasaremos juntos los controles, acomodaremos las mochilas y, con una sonrisa, despegaremos rumbo a Malasia, el país que nos regalará naturaleza, aldeas rurales, culturas únicas y lugares de ensueño.
Comienza la aventura
Después de horas de vuelo, escalas y alguna que otra cabezada en el avión, por fin aterrizamos en Kuching.
Nos recibe Kuching con su ribera tranquila y el lento vaivén del río Sarawak. El primer contacto será suave: check-in, ducha, paseo corto por el waterfront para estirar las piernas y, si apetece, un bocado local en un kopitiam. A dormir temprano; mañana empieza a hablar la selva.
Y recuerda: esto es solo el principio… lo mejor todavía está por llegar.
Días 3, 4 y 5
BORNEO MALAYO
Bako, el lugar donde la selva toca el mar
Empieza el día con lancha y brisa en la cara. Bako, el parque nacional de esta zona de Borneo, te recibe con raíces de mangle como manos antiguas y senderos fáciles que huelen a sal y a hoja mojada.
Caminamos sin prisa, el sudor es amable y la recompensa, grande. Entre los árboles, de pronto, algo se mueve, es el perfil imposible de un mono narigudo, un chillido, un salto. Miramos plantas carnívoras de cerca, escuchamos a las cigarras como si fueran motores y asomamos a calas donde la jungla se derrama en la arena. Paramos a beber, a respirar, a entender por qué este parque es tan querido por la gente local. Volvemos en lancha con el sol bajando, piel tibia y cabeza clara. Kuching nos espera para un paseo ligero por el waterfront y cena sin complicaciones. Buen día para dormir pronto, mañana cambia el ritmo.
Río arriba, noche en una longhouse iban
El agua dicta el camino. Subimos en barca por un río de espejo, bordeado de selva, hasta que aparece la longhouse, madera, risas, niños descalzos. Nos dan la bienvenida como se hace aquí, un apretón de manos, té caliente y curiosidad compartida.
Aprendemos a cocinar con lo que da el entorno, escuchamos historias de caza y de cosecha, y nos explican el ngajat —la danza— y el tatuaje tradicional desde el respeto, sin espectáculo. Paseamos los pasillos comunales, vemos cómo se teje, cómo se guardan los granos, cómo late la vida en comunidad. De noche, los sonidos de la selva entran por las rendijas y el cielo parece más cerca. Dormimos sencillo, con mosquitera y sonrisa. Al amanecer, la barca nos devuelve río abajo con la sensación de haber estado “dentro”, no “mirando”.
Semenggoh, el instante orangután
Tarde de silencio bueno. En Semenggoh la naturaleza manda, a veces aparecen, a veces no. Caminamos hasta la zona de alimentación, escuchamos a los rangers y esperamos sin prisa. Si hay suerte, las hojas se abren y ves una mirada ámbar cruzar la copa de un árbol; quizá una madre con su cría, quizá un macho enorme que se mueve como si el bosque fuese suyo (lo es).
Fotos sin flash, voz bajita, corazón alto. De vuelta a Kuching, paseo tranquilo por la ribera y cena local, mesa compartida, platos sencillos y ese momento de grupo en el que cada uno cuenta qué le ha tocado más. Mañana seguimos, pero hoy ya sabes por qué viniste.
Días 6 y 7
Entre manglares y luciérnagas, el día del agua
El río se abre paso como una vena verde. Subimos al barco y Santubong nos enseña su latido, raíces de mangle respirando con la marea, garzas quietas como estatuas, martines pescadores que cortan el aire.
Navegamos despacio; aquí manda el silencio y la mirada atenta. Si la suerte guiña un ojo, asoman los delfines de Irrawaddy, grises y tímidos, y el tiempo se queda en suspenso unos segundos. Vemos artes de pesca tradicionales y aprendemos por qué este manglar sostiene tanta vida. Al atardecer, el cielo se enciende y, cuando cae la noche, los árboles empiezan a parpadear: luciérnagas como un cielo estrellado a ras de agua. Volvemos con la brisa en la cara y esa calma que solo deja el río.
De Borneo al corazón de la selva, rumbo a Taman Negara
Toca cambiar de escenario. Volamos de Kuching a Kuala Lumpur y, sin perder el hilo, tomamos una minivan privada rumbo a Kuala Tahan. Cinco horas de carretera para ver cómo el paisaje pasa de ciudad a verde infinito, pueblos que saludan, puestos en la orilla de la ruta, colinas que se vuelven bosque. Charlas, música compartida y alguna parada breve para estirar las piernas.
Al llegar, el río Tembeling nos da la bienvenida con su rumor. Check-in en el lodge, ducha, respiramos hondo. Pequeño briefing de selva (calzado, repelente, ritmo) y noche tranquila para cargar pilas, mañana empieza Taman Negara de verdad.
Días 8, 9, 10, 11 y 12
SELVA TAMAN NEGARA
Primer latido de selva
Llegamos a orillas del Tembeling y todo baja de volumen… menos la jungla. Se oyen chasquidos, zumbidos, algún mono curioso a lo lejos. Hacemos un breve “cómo movernos por la selva” (calzado, repelente, ritmo, respeto) y dejamos que el cuerpo se acostumbre: cena sencilla, charla suave y cama temprana. Mañana manda el verde.
Caminar sobre las copas, aprender a ras de suelo
A primera hora nos elevamos por el canopy walk, pasarelas a varios metros del suelo para mirar la jungla desde arriba. Ves cómo el bosque es una ciudad vertical, lianas, epífitas, luz filtrada. Al volver al suelo, visitamos una comunidad orang asli con guía que traduce y da contexto. Venimos a escuchar: cómo se lee un rastro, qué plantas curan, cómo se habita el bosque con respeto. Sin espectáculo, con permiso y agradecimiento.
Sendero que moja botas, río que se ríe
Media jornada de trekking entre raíces y hojas gigantes. Paramos a beber, oler resina, sentir la humedad pegada a la piel. Al mediodía, vuelta al agua, bajamos el río en barca/rafting tranquilo, salpicones y risas, selva pasando a los lados como un cine en movimiento. Tarde de hamaca, cuaderno y pies descalzos. La selva también se vive despacio.
Selva adentro, la aventura que recuerda el cuerpo
Hoy profundizamos, ruta más larga con guía local, buscando claros, huellas y sonidos que solo aparecen lejos del camino. Quien lo desee puede optar por una experiencia más intensa (acampada ligera o tramo extra). Seguridad y ritmo humano, siempre. Hay momentos en que todo calla y solo queda tu respiración; otros en que la jungla canta a coro. Esos son los que se quedan.
Mañana lenta, carretera al té
Despertamos sin prisa. Un paseo corto a la orilla, un último chapuzón, algún “hasta pronto” al bosque. Cerramos mochilas y ponemos rumbo a Cameron Highlands. El verde cambia de piel, de selva densa a colinas de té. Baja la temperatura, suben las ganas de una taza humeante. La siguiente etapa empieza con aire fresco y vistas en terrazas.
Días 13 y 14
CAMERON HIGHLANDS
Aire fresco entre colinas de té
Subimos entre curvas y, de pronto, el calor queda atrás. Cameron Highlands nos recibe con brisa limpia y un tapiz de verdes ondulados. Dejamos las mochilas y salimos a caminar entre hileras de té que dibujan el paisaje como si alguien lo hubiese peinado con paciencia. Aprendemos a “leer” la planta (brotes tiernos, manos expertas, cosechas tempranas) y buscamos un mirador para el atardecer. Silencio amable, horizonte en terrazas y una taza humeante para estrenar el ritmo nuevo.
Bosque de musgo y saberes del altiplano
Hoy toca sendero ligero por el “Mossy Forest”. Troncos cubiertos de musgo, agua en el aire, raíces que crujen suave y esa niebla que convierte cualquier rama en un personaje. Caminamos a ritmo humano, con paradas para oler hojas, tocar cortezas y escuchar cómo se forma este ecosistema. Después, nos acercamos a una comunidad orang asli. Charla con traducción, usos de plantas, formas de habitar la montaña sin romperla. Nada de espectáculos; conversación, respeto y aprendizaje. Tarde de calma, un paseo corto, un té caliente y la sensación de haber afinado los sentidos.
Mañana lenta, carretera al mar
Despertamos sin prisas. Si apetece, nos acercamos a un pequeño mercado local, frutas de clima fresco, verduras recién cortadas y sonrisas que no necesitan idioma. Un último vistazo a las colinas peinadas de té y emprendemos el descenso hacia Penang. La carretera serpentea, el verde se hace tropical otra vez y, al fondo, aparece el mar. Cruzamos los puentes, cambia la luz y nos espera George Town, color, historia y ganas de seguir.
Días 15 y 16
PENANG Y GEORGE TOWN
Costa salvaje, sendero, cala escondida y un sol que cae lento
Penang nos recibe con mar. Entramos al Parque Nacional por un sendero que huele a selva salada, raíces retorcidas, lianas, pájaros que no vemos pero sentimos. Caminamos sin prisa hasta una playa remota donde el agua parece recién estrenada. Quien quiera, remamos en kayak o tomamos una barca costera para bordear manglares y rocas pulidas por el oleaje. La tarde la reservamos para un final bonito, atardecer desde Monkey Beach o, si las piernas piden mirador, Penang Hill con la ciudad encendiendo luces allá abajo. Respiramos hondo. El mar hace el resto.
Balik Pulau en dos ruedas, aldeas, huertos y oficio
Hoy cambiamos el ritmo sobre bici (o e-bike). Balik Pulau es la otra cara de Penang, caminos entre huertos, casas sobre pilotes, templos pequeños, talleres donde aún se trabaja con las manos. Saludamos a quien riega, probamos frutas de temporada, aprendemos cómo se seca una especia o se teje una fibra. No hay prisa, pedaleamos, paramos, preguntamos. Almuerzo sencillo donde comen los de aquí y, si surge, una sobremesa que vale más que cualquier museo. Volvemos con la sensación de haber mirado por dentro.
George Town por dentro, historia viva y noche de hawker
George Town es un cuaderno abierto, fachadas coloniales con persianas de madera, patios interiores que guardan frescor, muelles de clanes que siguen latiendo sobre el agua. Caminamos entre murales y shophouses, entendiendo la mezcla peranakan que hizo posible este cruce de caminos.
Al caer la tarde, todo es aroma y chisporroteo, puestos callejeros, mesas compartidas, risas. Elegimos con calma, brindamos por el viaje y por la ciudad que sabe a mundo. Penang se queda pegada a la piel.
Día 17 y 18
KUALA LUMPUR
De vuelta a la gran ciudad
Volamos a la capital y dejamos mochilas en el hotel. Subimos los peldaños de Batu Caves con calma, caliza milenaria, murmullo de incienso y ese silencio raro que a veces aparece incluso entre monos curiosos.
De vuelta a la ciudad, paseamos sin prisa por sus barrios más vivos y, cuando cae la tarde, nos lanzamos a un mercado nocturno, puestos humeantes, regateos suaves, mesas compartidas.
Nos despedimos de Malasia
Noche de despedida con luces y buen sabor de boca.
¡Este viaje no termina aquí!
Al día siguiente, traslado al aeropuerto, café tranquilo y abrazos.
El vuelo nos devuelve a casa, pero lo importante no cabe en la maleta; la selva en los oídos, el mar en la piel, las risas del grupo y esa calma nueva que te acompaña.
Fin del trayecto… y comienzo de otra mirada. Un viaje que se nos quedará para siempre.